Relato
Todos los fuegos un fuego

Siempre me gustó la luz. Más que nada la indómita.
Ésta es otra historia basada en hechos reales. Pero no de las más comunes, sino de esas que tienen color agregado.
Daniel me había contado que hace tres años atrás hubo un incendio tremendo en el campo en el que vive. Uno grande y salvaje, al estilo dragón furioso. Me acordé de esa anécdota justo la semana pasada cuando me invitó a pasar unos días, y lo primero que vi al llegar fue un cartel de alerta de llamas por calor y sequías. “Hace dos meses que no cae una gota”, dijo. Eso me puso algo perspicaz. Si bien tengo mucho campo encima, la rutina de ciudad, con los años te pone atento.
Pero los primeros días no mostraron la cuota de aventura que yo esperaba. Fue recién el domingo que amaneció rebelde. El mensaje salió directo por la radio teléfono: “fuego a la vista”.
Mi espíritu dio un salto que mi cuerpo tuvo que disimular porque Daniel casi se desmaya y tuvimos que ponerlo de vuelta en pie.
No llegué a parpadear, que ya había arrancado el operativo. Néstor, el encargado general, a central con las radios y los teléfonos para dirigir toda la logística campo adentro y la ayuda proveniente de afuera. Leandro directo al norte, a ponerle coraje a la lumbre; ya pasó otros incendios y vive cerca del foco. Lo acompaña Franco, contacto directo con los bomberos. Se dividen al llegar, uno por cada frente. Daniel, y yo me le agrego, salimos para allá de guías en tierra. Daniel conoce cada sendero, cada camino secreto, cada atajo, cada tipo de suelo, cada zona. Sabe si hay pantano o tierra firme. Si hay jabalíes o carpinchos. Si se pasa a pie, a nado, sobre ruedas. O si directamente no se pasa.
El resto del personal, se fue a ocupar postas entre el casco, la central, las entradas y el lugar del hecho. Llevando gente, rastras y tanques de agua de punto a punto, en chatas y tractores. Salió también Iván, repartiendo agua potable a caballo.
La ayuda de provincia iba por aire, paneando la situación global para informar. La cortina de fuego formaba una especie de V. Ocho horas después, el fuego avanzaba sin piedad.
La preocupación iba en aumento. Monte nativo, bañados, humedal, pastizal, todo estaba siendo dañado y amenazado. Al mismo tiempo, funcionaba de barrera y eso creaba cierta esperanza, pero la gente no llegaba hasta el foco a trabajar. No podían pasar. Las máquinas se empantanaban y el bosque estaba muy tupido.
Sentí nervios, pero no tenía miedo porque miraba como una película y las películas en general terminan bien. Y mientras pensaba… cuánta energía natural. Y humana.
Cuando se decidió que apagar no era posible, se arrancó un cortafuego. Rastra, machetes, motosierras y a trabajar. Había que “pelar” una franja bien al ras del suelo. Por arriba y por abajo, por abajo y por arriba, para detener el avance de las llamas que venían camino a la zona de casas.
A eso de las 10 de la noche seguíamos ahí. Exactamente diez horas de operativo. El avión hidrante no llegaba. El fuego sonaba fuerte. Ese ruido mezclado que parece que están revoleando frazadas y quebrando ramas sin parar. El viento soplaba más y más, y no nos animábamos a decir si eso era bueno o malo.
Los que estaban al mando del cortafuego seguían trabajando. Con calor, con sed. Seguían. Néstor ya no sabía a quien llamar. Por la radio mas silencio que otra cosa y algún “gracias” después de que se confirmara como realizada una tarea. Todos en los puestos, sin descuidar su misión asignada. Y si paraban era para ayudar a otro con la suya, o para volver al casco a buscar agua para tomar y mojarse la frente.
Yo fantaseaba con que todos tenían una llama adentro avivando el motor, en el medio del pecho. Y se les veía…
Daniel estaba arruinado, se le caían las lágrimas. Una planta quemada, un animal lastimado, un tordo asustado, a Daniel lo mata. Se le rompe el corazón.
Y ustedes no me van a creer. Pero cuando le estaba mirando los ojos bien húmedos de llorisquear, observando maravillado el reflejo de una luz naranjísima aleteando en el negro azabache del iris; por un segundo me concentré en el fondo oscuro de la noche y empecé a ver gotas aisladas y sentir que eran cada vez más. Si, me pegaban en los hombros. “Llueve” dije sin levantar la voz, todavía mirando fijo. “¡Llueve!” Gritó Daniel.
“¿Qué pasa por allá? ¡Acá ya se largó!”, Néstor entusiasmado por la radio. Franco devuelve de inmediato: “¡Si señores! Cae y moja. ¡Llueve nomás!”
Así fue. Se largó con todo. Pero con todo, con todo. Sin reparo del cielo en ahorrar agua. Las caras de todos, sonrientes y empapadas de sudor y aguacero. Una hilera de personas mirando al frente, disfrutando el golpe fresco. Néstor estaba igual. Salió. Quería dejarse mojar porque se había estado quemando por dentro todo el día. Mirando en la misma dirección que todo el equipo, hacia el resplandor rojizo en el cielo que se divisaba desde el casco, estaba ahí parado en la oscuridad. Igual que cada una de las mujeres y los hijos, fuera de sus casas mirando al norte y dando las gracias.
“Hace dos meses que no caía una gota”, dijo Daniel.
Pero cito a Hesse:
“La cosa es muy sencilla. Si una de esas mariposas nocturnas de las que hablamos pretendiese orientar toda su voluntad hacia una estrella o hacia cualquier otro fin semejante, no lo conseguiría. Pero no lo intenta siquiera. Busca solo aquello que para ella tiene un sentido y un valor, algo de lo que es necesario y no puede prescindir. Y precisamente entonces es cuando consigue también lo increíble: desarrollar un sexto sentido, que solo ella posee entre todos los animales. Nosotros, los hombres, tenemos un campo de acción mucho mas vasto e intereses mas amplios que los animales. Pero también nos hallamos inscriptos en un circulo relativamente pequeño, y no podemos traspasarlo. Yo puedo fantasear muchas cosas, imaginarme, por ejemplo, que mi mayor deseo sería llegar al Polo Norte o algo semejante; pero sólo podre quererlo así con suficiente intensidad y realizarlo cuando el deseo viva realmente en mi y todo mi ser se halle penetrado de él. En cuanto así sucede, en cuanto intentas algo que te es ordenado desde el propio interior, acabas por conseguirlo”.